La que ni tú ni yo esperábamos debió ser la noche de los tiempos. Y las parejas se siguen esperando en la Puerta del Sol, se besan cuando salen del metro y se encuentran. El reloj marca las dos y media, muy pronto para haber comido y muy tarde para estar en ayunas. Hay relojes que todavía dan la hora en Madrid. Hay relojes… y todos los punteros me señalan que mi nostalgia siempre será tuya. Tuya y de todas las vidas que no tuvimos, pese a estar siendo felices en la nuestra. Nuestra vida, tan distinta y tan lejana. Tan a las afueras de todo lo que sucede si nos miramos a los ojos. Y todos los punteros me indican que es tuya mi nostalgia, que aún nos miramos y que nunca más podremos volver el tiempo atrás para que nada de todo aquello suceda. Sucederá, sin remedio. Sí, tú y yo y nuestra distancia y toda mi melancolía y todos los relojes dando la hora tan tardía para estar en ayunas; todo sucederá y no nos habremos olvidado, ni habremos sido. Lo que no sucede se condena a ser eterno; como tu mirada, como los relojes dando la hora sin ninguna misericordia hacia los que vemos pasar todas las vidas que no tuvimos con la exigencia de vivir una sola.