Decidimos, nosotros, tan humanos, ponernos límites tan tajantes como la muerte.
Qué fácil fue querernos tan mal; qué difícil olvidarte y, pese a olvidarte: pesadillas.
Pesadillas y otros sueños que siempre acabaron dando cara a los hijos que no tuvimos.
Caminar ebrio desde el andén contrario.
Motivos de la vida: ahora me involucro en el camino opuesto de la ciudad, mi ciudad, y voy a buscar al hombre que me espera, al hombre que amo.
Ahora que los andenes toman direcciones opuestas a cuando nos amábamos.
¿Nos amábamos?
Decidí escribir ese verbo sin ni cuenta que nuestra historia fue tan mentira como el significado del verbo “amar”.
Amar: Del lat. amāre.
- tr. Tener amor a alguien o algo.
- tr. desus. desear.
Amor: que tiene catorce acepciones y un sinfín de frases hechas.
El verbo “amar” puede ser cualquier cosa; y ninguna. Y una contradicción y una controversia y una mentira.
Pero… Nos amábamos.
Amarnos, en la mentira (nota: qué buen título).
Nos amábamos
lo suficiente
para coger un tren contrario.
El alcohol, a mis casi treinta, ya no tiene gracia. Ya resulta patético y grotesco. Ya no tienes gracia. Ya me pudre la boca, ya no me desnudo jugueteando en el ascensor, ya que parece tan mentira la felicidad que quiero lágrimas.
A mis casi treinta ya no tiene gracia y sin embargo la vida, mi vida, tendrá que sucederse a sí misma aún dos veces más.
«Parece tan mentira la felicidad que quiero lágrimas».
Llorar y sólo llorar,
voz de fuego.
José Hierro.
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