Tres poemas que son uno (y ninguno)

Decidimos, nosotros, tan humanos, ponernos límites tan tajantes como la muerte.

Qué fácil fue querernos tan mal; qué difícil olvidarte y, pese a olvidarte: pesadillas.

Pesadillas y otros sueños que siempre acabaron dando cara a los hijos que no tuvimos.


 

Caminar ebrio desde el andén contrario.

Motivos de la vida: ahora me involucro en el camino opuesto de la ciudad, mi ciudad, y voy a buscar al hombre que me espera, al hombre que amo.

Ahora que los andenes toman direcciones opuestas a cuando nos amábamos.

¿Nos amábamos?

Decidí escribir ese verbo sin ni cuenta que nuestra historia fue tan mentira como el significado del verbo “amar”.

Amar: Del lat. amāre.

  1. tr. Tener amor a alguien o algo.
  2. tr. desus. desear.

Amor: que tiene catorce acepciones y un sinfín de frases hechas.

El verbo “amar” puede ser cualquier cosa; y ninguna. Y una contradicción y una controversia y una mentira.

Pero… Nos amábamos.

Amarnos, en la mentira (nota: qué buen título).

Nos amábamos

lo suficiente

para coger un tren contrario.


 

El alcohol, a mis casi treinta, ya no tiene gracia. Ya resulta patético y grotesco. Ya no tienes gracia. Ya me pudre la boca, ya no me desnudo jugueteando en el ascensor, ya que parece tan mentira la felicidad que quiero lágrimas.

A mis casi treinta ya no tiene gracia y sin embargo la vida, mi vida, tendrá que sucederse a sí misma aún dos veces más.

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